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El cáncer de mama es el tipo de cáncer más frecuente en mujeres, aunque también puede presentarse en varones. Y aunque su detección temprana puede ofrecer una tasa de curación muy alta, es importante reconocer que el impacto de la enfermedad va mucho más allá de lo físico: también es difícil desde lo emocional.

Por lo general, el diagnóstico llega de manera inesperada y provoca un sacudón emocional en la persona y en su entorno. Es común que aparezcan sensaciones como miedo, angustia, incertidumbre y, muchas veces, es complicado poner en palabras lo que se siente. Hasta el día de hoy, cuando se habla del cáncer se siguen usando eufemismos que le hacen más difícil a quienes lo padecen expresar sus verdaderas emociones.

A esto se suman los cambios en el cuerpo y en la vida cotidiana de los pacientes ocasionados por el tratamiento (ya sea que se trate de cirugía, quimioterapia, radioterapia u hormonoterapia). Síntomas como alopecia, cansancio, pérdida de apetito o cicatrices pueden afectar la autoestima y la imagen personal. Incluso puede suceder que los efectos secundarios de algunos tratamientos impacten de forma negativa en la sexualidad y en los vínculos afectivos.

En este contexto, es fundamental que los pacientes puedan contar con un acompañamiento psicológico especializado, que los ayude a transitar cada etapa del proceso oncológico: desde el diagnóstico inicial hasta situaciones de recaída o tratamientos prolongados, incluyendo también el apoyo a sus familias.

Hablar de lo que se siente, pedir ayuda cuando es necesario y reconocer que no existe una única manera de transitar la enfermedad también forma parte del cuidado. Porque al fin y al cabo, la salud no es solo física. Y atender la salud mental es un paso esencial en el camino hacia la recuperación.