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En el marco del Día Mundial de la Salud Mental Materna, es importante hablar de lo que muchas veces se calla: después del parto, no todo es felicidad. Aunque muchas mujeres esperan vivir ese momento con plenitud, es común experimentar emociones intensas, agotamiento y sentimientos de culpa o tristeza.

Más allá de los cambios hormonales, la llegada de un bebé puede generar ansiedad, inseguridad y sobrecarga mental. A eso se suma la presión social por “estar bien” o “disfrutar cada segundo”, lo que muchas veces impide pedir ayuda.

Algunos síntomas frecuentes incluyen llanto persistente, insomnio, irritabilidad, dificultades para concentrarse, sensación de desconexión con el entorno o con el bebé, y pensamientos de inutilidad. Si estos signos se prolongan o interfieren con la vida cotidiana, es importante que las madres busquen acompañamiento profesional.

Algunas mujeres atraviesan lo que se conoce como baby blues, un cuadro transitorio que suele durar unos días. Pero si el malestar persiste o interfiere en el vínculo con el bebé, puede tratarse de una depresión posparto o de otro trastorno del ánimo, y es fundamental consultar con un equipo de salud.

Hablar de lo que se siente, pedir ayuda sin culpas y reconocer que no hay una única forma de maternar también es cuidar la salud. Además, es importante que los padres y familiares comprendan que acompañar a una madre no es solo ayudar con el bebé, sino también estar presentes para escuchar, validar y sostener. La salud mental materna importa, y visibilizarla es un paso clave para que ninguna mujer atraviese este proceso en soledad.