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El Día Mundial de la Seguridad del Paciente fue establecido en 2017 por la Organización Mundial de la Salud (OMS) con el objetivo de aumentar la concientización y el compromiso del público por mejorar la seguridad del paciente y reducir los posibles daños ocasionados por prácticas médicas deficientes.

Si bien la seguridad en la atención es responsabilidad incuestionable de los profesionales de la salud e instituciones médicas, estos dependen de una activa participación y compromiso de los pacientes para garantizarla. Por este motivo es necesario que se produzcan los cambios necesarios para que los pacientes participen en el proceso asistencial desde una posición de individuos formados, informados y competentes.

Para que esto sea posible, el modelo tradicional paternalista de la medicina (en el que los pacientes tienen poca o nula participación) debería evolucionar a uno en el que pacientes y profesionales médicos caminen de la mano para conseguir el objetivo común de mejorar la calidad asistencial, la gestión del riesgo relacionado con la atención sanitaria y, como consecuencia de ello, la seguridad del paciente.

El potencial de los pacientes como coprotagonistas de su propia seguridad va mucho más allá del control de la adherencia a su medicación, ya que tanto los pacientes como sus cuidadores son quienes más tiempo dedican a su bienestar y evolución, lo que les permite percibir cosas que los trabajadores de la salud a menudo no ven, reconociendo mejor sus síntomas o advirtiendo la efectividad de los tratamientos provistos.

De esta forma, la participación del paciente y su familia puede contribuir a una mejora de los resultados del sistema de salud y ser beneficiosa para la comunidad, generando menor dependencia de los profesionales, mayor bienestar y calidad de vida, disminuyendo los niveles de inequidad en la atención y garantizando una mejor utilización de los servicios preventivos.