Se estima que uno de cada siete jóvenes entre 10 y 19 años enfrenta algún trastorno mental, como ansiedad, depresión o dificultades en el comportamiento. Estos problemas pueden afectar su rendimiento en la escuela, sus relaciones y, en casos más graves, incluso su vida, ya que el suicidio es una de las principales causas de muerte en este grupo. La adolescencia es un momento clave para aprender a manejar emociones, relacionarse con los demás y construir hábitos saludables. Sin embargo, factores como la presión social, problemas en el hogar, violencia o discriminación pueden hacer que esta etapa sea más complicada. Por eso, el apoyo de la familia, los amigos y la escuela juega un rol muy importante para que los adolescentes se sientan seguros y acompañados. Entre las señales que pueden indicar que un adolescente necesita ayuda están los cambios bruscos de ánimo, el aislamiento, la dificultad para concentrarse o el aumento de conductas impulsivas. También puede ser común que aparezcan trastornos de la alimentación o pensamientos autolesivos, que requieren atención profesional. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, los trastornos de ansiedad afectan a alrededor del 5% de los adolescentes, y la depresión a cerca del 3%. Además, aproximadamente un 3% puede presentar trastornos de conducta, mientras que los trastornos alimentarios, aunque menos frecuentes, tienen un impacto muy serio en la salud física y emocional de quienes los padecen. Esto muestra la importancia de estar atentos a estas señales y fomentar espacios seguros para que los jóvenes puedan expresar lo que sienten y buscar ayuda sin miedo. La buena noticia es que con la detección temprana, el acompañamiento emocional y el acceso a servicios de salud mental, muchos adolescentes pueden superar estos desafíos y llevar una vida plena. Escuchar, comprender y acompañar a los jóvenes en sus emociones es un paso fundamental para cuidar su bienestar.
