La vida cotidiana puede enfrentarnos a numerosas situaciones estresantes, ya sea por demandas externas (sociales) o internas (psicológicas) que superan la capacidad de respuesta de nuestro organismo. Esto genera una alarma que repercute sobre nuestra salud, produciendo un desequilibrio que puede manifestarse a través de diferentes síntomas físicos y/ o psicológicos. Entre ellos se destacan:
Síntomas
físicos:
● Tensión
muscular
● Manos frías
y sudorosas
● Dolor de
cabeza
● Disminución
de la energía
● Contracturas
● Gastritis y úlceras
Síntomas
psicológicos:
● Falta de
memoria y concentración
● Depresión
● Ansiedad
● Insomnio
● Cansancio
● Irritabilidad y nerviosismo
Además,
el estrés puede afectar otras áreas de nuestra vida:
1.
Salud sexual: cuando la sensación de estrés se prolonga durante mucho tiempo,
los niveles de testosterona en los hombres pueden verse disminuidos, lo que no
solo interfiere con la producción de esperma, sino que puede causar disfunción
eréctil o impotencia. En las mujeres, el estrés puede afectar el ciclo
menstrual, generando períodos irregulares, más dolorosos y hasta magnificar los
síntomas físicos de la menopausia.
2.
Sistema digestivo: el estrés crónico puede producir acidez estomacal, reflujo,
hinchazón o estreñimiento. Además, el hígado de una persona estresada tiende a
producir mayor cantidad de azúcar que el organismo no sabe cómo metabolizar,
por lo que aumenta el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2.
3.
Salud cardiovascular: en situaciones de estrés, el corazón bombea más rápido,
el aumento de la secreción de hormonas como la adrenalina hace que los vasos
sanguíneos se contraigan y desvíen más oxígeno a los músculos, aumentando la
presión arterial. Este mayor nivel de presión hace que se incrementen los
riesgos de padecer un ataque al corazón o un derrame cerebral.
Es
necesario aclarar que a pesar de las situaciones difíciles e inesperadas a las
que puede enfrentarnos la vida cotidiana, el carácter estresante no depende de
las situaciones en sí mismas, sino de cómo nos manejamos frente a ellas. Es por
eso que para prevenir el estrés, la percepción psicológica de lo que nos ocurre
y las herramientas con las que contemos para resolver nuestros problemas
resultan determinantes.